¡Tachán! Me puse la nariz roja y conseguí sus sonrisas y un par de aplausos descoordinados. Siempre fui un poco payasote, ya me lo decía mi madre desde bien pequeño. Y ahora toca devolverles el favor, hacerles reír como me hacían reír a mí cuando caía enfermo. Es lo mínimo que se merecen, al menos durante la visita mensual.