La mujer que iba en el coche a mi lado me avisó. “No corras, no corras, cuidado con la
curva”. Era como las leyendas urbanas que nos explicábamos en las noches de
verano, en medio del bosque, a la luz de las linternas. Volvíamos tiritando a
casa, abrazados en pleno agosto.
Cuando la recogí
no iba vestida de blanco, ni tenía la piel pálida, era una morenaza, vestido
negro y zapatos en mano. Definitivamente venía de fiesta. Le pregunté su nombre
y a donde se dirigía. Insistió en que no corriera y levanté un poco el pie del
acelerador. Tras la curva, una familia de jabalís. Tras la frenada,
desapareció.
2013_12_21-
jose?