
Él, lleno de ardor y desprecio, pensaba en el final.
Yo intentaba alargar al máximo nuestro reencuentro.
Él deseaba dejar la vida y a mí.
Yo no podía traicionar mi juramento.
Él, postrado durante más de tres años, suplicaba caridad con la mirada.
Yo, llegado hace menos de cinco meses, suministraba ciencia y cariño.
Él, cuando quería vivir, balbuceaba doctor.
Yo, cuando quería morir, gritaba ¡papa!
Jose? 2009_02_11
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