dilluns, 17 de març del 2008

Nunca más.


Entro y lo veo claro, está oscuro tirando a negro, enciendo la luz, y otro pequeño desastre ante mí.
Arto estoy de este hedor, la mezcla de Whisky, cerveza y vino peleón se hace imposible. El tabaco tampoco ayuda y eso que mis puritos, que huelen a gloria, proporcionaban un poco de distinción al ambiente de anoche, aunque la paja quemada del tabaco rubio siempre gana. Mis zapatos se enganchan al suelo como las patas de salamandra a una techumbre recién enlucida, solo manchada por el último insecto incauto. En las paredes la pócima se repite invariablemente y la música aún retumba en ellas, “sombra aquí y sombra allá…” parecen gritar todavía, tengo que esconder ciertos vinilos indecorosos. Todo tiene gusto a resaca con un poso dulce de noche que no volverá en un día amargo y soleado, que daña mis pupilas.
Todo son restos de una velada más en un día menos. Lo único que me queda claro es que tiene que ser la penúltima. Llevo toda la tarde limpiando este desbarajuste, dejándolo todo listo, de nuevo para esta noche, cambiando las fragancias ebrias por olor a pino con limón del caribe. Reciclando las paredes de pinturas abstractas con tintes alcohólicos, en pureza blanca sin brochazos aleatorios. A los baños no me atrevo a entrar, puedo imaginar el holocausto y no me apetece, estoy imaginando el estucado que debe tener el alicatado y de no saber que es liso, blanco y frío pensaría que estoy en una piara de cerdos. Se me está poniendo la neurona libre en alerta, la que se activa en momentos de crisis. No, no puedo darle más vueltas, me enfundo los guantes de látex, uno, dos, tres… puerta abierta. Anoche se portaron, solo está el papel higiénico deshecho por el suelo, el elemento disolvente debió ser el de siempre, dos golpes de fregona y listo.
Observando mi obra de restauración me siento más tranquilo, el hedor va desapareciendo gracias al pino, al limón y a la corriente de aire que he creado con todo abierto al sol. Ya consigo deslizarme sin que mis pies parezcan patas de salamandra. Las paredes se calman con un poco de bayeta y de Cohen embalsamado, más un Bowie pretérito. Ahora solo queda gusto a agua de vichy en mi boca. Todo ha recuperado su estado original, la pregunta es: ¿durante cuanto tiempo?, ¿hasta cuando? Esta situación de noches sin horarios, ni oremus, ni control verborreico, han de tener fin. Debo abandonar este ritmo, debo cambiar de paradigma de vida, debo, debo llenar la nevera.
Voy a tomar una de las decisiones más importante de mi existencia. Está decidido, no va más, a partir de esta noche, ni una sola cena más en mi casa.



Jose? 2008_03_09

dilluns, 10 de març del 2008

Cállate.


- Dime.
- ¡Psiii! Cállate Pedro.
- Sois un coñazo.
- No os liéis. Ya falta poco para que acabe.
- ¡Joder! nunca se puede hablar en esta mierda de conciertos.
- ¿Otra birra? – pregunto Sergio en una pausa entre tema y tema.
- Bueno.
- Valla pregunta más tonta, ya la hubiera pedido yo, pero como no se puede hablar…
- No me alborotéis, que sigue tocando.
- Ostia Joan, de buen rollo, pero no sé como nos traes aquí después de cenar.
- Es verdad, como soy, ¡manda guevos! Que dijo aquel. Sergio, pídeme esa cerveza y no tardes que yo no sé hacer callar a este.

Sergio se levantó con sigilo para no molestar más al pobre cansautor que llevaba luchando por nuestro silencio desde que entramos al local a medio concierto.

- Tomad las cervezas, a ver si así tenéis la boca callada y dejamos que acabe de tocar.
- Merçi- agradecí al sufrido de Sergio.
- Podías haber tardado un poco más ¿no? ¿Te las han fabricao?
- ¡Psiii! Cállate Pedro.
- Dejadme en paz, me tenéis artito.

El concierto acabó y el ambiente estaba caldeado. Pedro tenía incontinencia verbal, Sergio intentaba controlarlo todo y yo mediaba como podía. En cambio, Alberto estaba allí sin decir esta boca es mía, más que para aseverar cuando se le ofrecía otra cerveza.

- ¿Qué pasa Alberto? No te he escuchado la voz en toda la noche.
- ¿Qué le va a pasar? - Me interrumpió Pedro para variar. – Este calzonazos se ha quedado sin novia, sin curro y a este paso se va a quedar sin amigos.
- Cállate Pedro, ¿quieres dejarlo tranquilo?
- ¿Tranquilo? Eso es lo que es, un pasmarote sin más.
- Esta cerveza no té está sentado bien – dije sin pensar, pensando que iba a bajar un poco los humos.
- ¿Qué no me va a sentar bien? Lo que no me sienta bien es pasarme aquí casi dos horas escuchando a capullos cantar y sin poder hablar.
- ¡Ostia Pedro! No se seas así, un poco de cintura, con el tiempo que hacia que no nos veíamos y parece que solo quieras liarla.
- ¿Liarla? No me des. Este tío siempre hace lo mismo, mucha cenita, mucho buen rollo y luego nos trae aquí a morirnos de asco.
- Es por pasar un buen rato, ya sabes que Joan lo hace de buena fe.
- Déjalo, si lo entiendo.
- Ni buena fe ni pollas en vinagre.
- Tíos estoy hecho una mierda y vosotros siempre discutiendo de nada.- la voz fúnebre de Alberto nos paro en seco- No sé vosotros, pero yo me voy.

Salimos cabizbajos en busca de taxi y mientras esperábamos tuve una genial idea.

- ¿En dos semanas repetimos? - Pregunté iluso de mí.
- Mierda pa ti.
- No.
- Que no coño, pero… ¿y si nos tomamos otra aquí en la esquina?

Era la despedida de siempre, entre abrazos de aliento adulterado mientras cada uno cogía un taxi, prometiéndonos quedar más a menudo.

- Paso de vosotros. Pillo ese taxi, ahí os quedáis.
- ¡Pedro! Déjaselo a Alberto.
- Gracias y adiós-. Dijo Alberto.
- ¡Joder! Como está el amigo, bueno Pedro por ahí llega otro, cógelo.
- Eso eso, ahí os quedáis. Mira que suerte tenéis, detrás llega otro, os lo sorteáis, hasta luego.
- No te preocupes Sergio, coge este, no me importa esperar solo.
- Como quieras Joan, nos vemos en tres o cuatro semanas…-

Han pasado tres o cuatro meses y sigo yendo solo a los conciertos.

dilluns, 3 de març del 2008

Cántame


- Llegaste pronto hoy.
- Sí, un mal día.
Eran las diez y treinta y seis. Me sirve la cerveza sin más, sabe perfectamente que la estupidez se me pasa al cuarto de hora y con dos cervezas bien servidas, bien frías.
- Toma tu cerveza. Tienes que dejar de trabajar.
- No me des la murga, no seas uno más. ¿Quien coño toca hoy?
- Por ahí ronda Juako, pero aún no empezó.
- ¡Uf! ¡Qué bien!- Al menos hoy tendré unas risas antes de morir en la cama, cuando hay cansautores te remueven las entrañas y te vas a morir peor de lo que viviste, pienso para mí.
- ¿Qué tal el viaje Juako?
- Ya sabes, libreta en mano y escribiendo temitas.
Empieza a tocar sin más, somos los cuatro gatos de siempre, dispuestos a reír, intentando olvidar la buena cara obligada de cada mañana antes de entrar al trabajo, esa cara de circunstancias para que nadie sospeche el porqué de tus ojos rojos.
- Es la alergia- les digo cada mañana, sin bacilar, para ser más creíble.
Pero hoy no puedo, hoy no me da la gana, hoy no tengo ganas de pasármelo bien, de estar con gente, de reírme, de reírme de nada.
Me acabo la tercera cerveza en media hora, pero pido otra para que no se diga.
- Adiós - ahí os quedáis vosotros y vuestras excentricidades, me digo.
El taxista me jode vivo dando alguna vuelta más de la debida y con ganas de conversación, ¡lo que faltaba!
Llego a casa antes de la una, cosa que me repatea porque sé que no podré dormirme sin haber rebasado las dos.
¡Joder! Ya son las 8 y empiezo el ritual. El sol en los ojos, la estocada de cada mañana y la alergia aflorando.
- Llegaste pronto hoy.
- Sí, una mala noche.
Eran las nueve y cuarenta y uno. Demasiado tarde para pasar desapercibido en el despacho. Y aunque saben perfectamente que hasta las once no soy persona, insisten en preguntarme banalidades del día a día., incluso del fútbol y el tiempo se atreven a hablarme, son ilusos al uso.
- ¿Qué tal anoche?
- Bien.
- Tú si que vives bien, sin obligaciones, sin cargas, cada noche por ahí de bar en bar, de bohemio por la vida escuchando cantautores.
- Cansautores - les digo mil veces, pero ni puto caso.
El día pasa largo, deseando tomarme una cerveza escuchando a algún cansautor desaprensivo. Pero no hay manera, las horas no pasan.
Pero todo llega, cañita, casita, duchita…
- Llegaste tarde hoy.
- Sí, un buen día.