Ahora sólo se alimenta de ricachones, la muy víbora. Tan ricos y tan dispuestos a cubrirla de bonitas joyas vienen, que al final se le atragantarán las piedras preciosas y pesarán sobre su cuello. Esos metales, de valor incalculado, de ricachones incalculables, acabarán calculando su tumba.
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