dimarts, 30 de desembre del 2008

Mar


A ella, estaba claro, le gustaban los chicos malos y a mí me tenía por un hermano mayor, si supiera como la odié por ello.
Ahora yo, el chico bueno, por culpa de ellos, los chicos malos, me encuentro solo, dándole el gran abrazo que nunca tuve a esta urna fría, ante su último viaje en cenizas por la mar.

Jose? 2008_12_24

dilluns, 22 de desembre del 2008

Un somni?


Caminem plegats pel carrer del Progrés. No ens decidim a quin bar entrar, com si les birres fossin diferents les d’un que les d’un altre. El Jura i el Sua m’exclouen sistemàticament de la conversa i ja estic fart! Tiro pel dret i giro pel següent carrer, ja estic a Corbera, tinc una pistola a les meves mans i la vull fer servir, torno a girar un altre carrer i estic perdut, me’ls trobo de cara i els hi disparo directament a la panxa, posen cara de mort. Marxo, busco el lloc adient per disparar-me al cap, no el trobo, tampoc vull disparar-me, em disparo, no em fa mal, me’ls torno a trobar, es toquen la panxa i no tenen sang, demano disculpes però estan emprenyats amb mi, m’empenyen, caic, m’aixeco.
- ¿de que vas tio?
- no us volia fer mal - excusa-, sabia que la pistola no era massa bona, -no tinc ni idea- que no té potència i no us faria mal –petita mentida que sembla funcionar.
Ens abracem i anem cap a una xurreria, s’ha fet de dia. Demano uns xurros amb cervesa i vaig al lavabo, caic a dins, el lavabo es mou , l’habitacle encongeix, no atino a la tassa, el pixum regalima per tot arreu, em mullo, intento aixecar-me, surto a gates. El Jura demana una cervesa i li posen pixum, el Sua riu, el cambrer ens vacil•la, ens vol timar una pasta pel pixum en got de tub, aconsegueixo que no es barallin, els trec d’allà mentre m’eixugo com puc, tot desapareix, em desperto i volo entre universos finits!




Jose? 2008_12_21

dimarts, 9 de desembre del 2008

El buscador


No consigo recordar qué es un "hada". Me levanto de la cama sin molestarla ni hacer ruido, voy hacia el portátil, abro el explorador, entro en Google y escribo hada. Wikipedia me recuerda la definición: Un hada (del latín fatum: hado, destino) es una criatura fantástica y etérea, personificada generalmente en forma de mujer hermosa, que según la tradición son protectoras de la naturaleza, producto de la imaginación, la tradición o las creencias… Se puede provocar el contacto con ellas desarrollando la visión etérea según las leyendas. La mayoría de ellas se representan con alas.
Esta noche tampoco tuve suerte.

dimarts, 25 de novembre del 2008

Ella, otra vez


Mientras me abalanzo sobre ella, cierro los ojos y acaricio tu pelo, beso tu boca y salto a tu pecho, me hundo en tu ombligo y saboreo tu piel.
Mientras me abalanzo sobre ella, abro los ojos y acaricio su pelo, beso su boca y salto a su pecho, me hundo en su ombligo y saboreo su piel.
Mientras me abalanzo sobre ella, te vuelvo a tener.

Jose? 2008_11_23

dilluns, 17 de novembre del 2008

La herencia


Ahora sólo se alimenta de ricachones, la muy víbora. Tan ricos y tan dispuestos a cubrirla de bonitas joyas vienen, que al final se le atragantarán las piedras preciosas y pesarán sobre su cuello. Esos metales, de valor incalculado, de ricachones incalculables, acabarán calculando su tumba.

dilluns, 10 de novembre del 2008

Ojo, crítico


La serpiente me quedó más gorda de lo previsto y como también quería un elefante, me faltó espacio. Se me ocurrió que la serpiente se tragara al elefante y la idea me pareció absurda por inverosímil. Abandone la fauna y acabe pintando un sombrero gris sobre fondo negro. Firme el lienzo y lo llame “la oveja negra”. Así tuve acabada la exposición para la galería Animalias.
En la inauguración todo fueron falsos elogios y palmaditas en la espalda. Los entendidos y especialistas en arte animal, acabaron viendo un elefante dentro de una serpiente. Tampoco entendieron el nombre del cuadro.

dilluns, 27 d’octubre del 2008

La verdad no importa



No les digo por donde saqué a la abuelita porque seguro que no reeditarán el cuento. Tampoco les diré que pasó con las ancas de la rana del estanque, ni mucho menos donde se besó realmente a Blanca para que tuviera, después de su marasmo, aquella viveza, aquella sonrisa angelical y pillina.
Lo que sí les comento es la indignación del colectivo en general, la tergiversación sistemática de todas nuestras historias en pos de la comercialización y de la edición sin escrúpulos. Pero bien, ¿si no lo hubiéramos permitido, seriamos hoy inmortales? No, hubiéramos sido, sencillamente, delincuentes.

Jose? 2008_10_23

dimarts, 21 d’octubre del 2008

Autorretrato


La mujer que había dentro de mí, se ha quedado sin mí. Soy incapaz de tener un mínimo detalle con nada ni con nadie. Me reclaman y no acudo. Me abofetean y no reacciono. Me empujan hacia delante y no quiero saltar. ¿Qué me estará pasando? Yo, que tanto he luchado por esta operación. Yo, que me he empeñado hasta la jubilación por este cambio. Yo, que nunca creí en mí yo hombre, ahora que ya soy mujer, me siento más hombre que nunca.


Jose? 2008_10_16

dimarts, 14 d’octubre del 2008

Autoempleo


Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito. Por eso tenia que aprovechar el tiempo y actuar con discreción. Alguien había visto una intensa luz antes del penúltimo incendio y eso podría acarrear problemas, a mi y a mi espejito cóncavo, mi compañero de trabajo. Pero hoy me he cubierto de sigilo y ha vuelto a salir bien. Han pasado unos 26 minutos, aquí no llega el olor a bosque quemado pero ya suena el timbre de alarma, nos equipamos y al camión de un salto.
-Vamos a apagar ese maldito fuego compañeros.

dimarts, 30 de setembre del 2008

Big Bang


Los niños jugaban a atrapar la luz. Escogiendo fotones con los que colisionar se encontraron de bruces con las ondas y en ellas saltaban a la velocidad de la luz. Buscaron entonces una cuerda para unir los fotones y las ondas pero no la encontraban y cambiaron de dimensión. Cambiaban y cambiaban y cada dimensión les ofrecía un juego diferente y cada juego una nueva búsqueda y en cada nueva búsqueda los niños tropezaban con la oscuridad, la oscuridad de los adultos.

Jose? 2008_09_24

dimarts, 23 de setembre del 2008

¿Fe?


Y se vistieron para la misa de 12. Pero no llegaron, ya no les hizo falta, sus plegarias habían sido escuchadas aquella misma noche.
53 años de casados y 2 más festejando era mucho tiempo y, aunque nunca desfallecieron en sus ruegos dominicales, estaban perdiendo la fe.
Aquella mañana fue diferente, venían impresos en la última página del diario, ya les llego su hora, tenían su premio y aprovechando que estaban vestidos de domingo fueron a celebrar que ya eran millonarios.
Jose? 2008_09_18

dimarts, 1 de juliol del 2008

Armado


Voy armado de verbo hasta las sienes. Acabo con todo lo falso, con todo lo hipócrita que corre por el mundo. Los disparos son certeros, no queda ya nadie, pero me falta el tiro más importante. Soy incapaz de dispararme.

Jose? 2008_07_01

dimecres, 4 de juny del 2008

dilluns, 19 de maig del 2008

Como siempre


Como cada tarde, tras la jornada de trabajo insípido de siempre, me disponía a iniciar el ritual. Cuando llegué a la puerta, allí estaba él, una vez más, como siempre, rodeado de humo blanco y cervezas vacías, sentado en un taburete negro delante de la máquina, con un sembrado de colillas a sus pies, posado incierto y la imposibilidad del premio sin una sonrisa que llevarse a la cara con las monedas rozando en sus manos nerviosas. Seguramente llevaba allí más tiempo del necesario y el suficiente como para haberse dejado de nuevo el sueldo. Cuando por fin entré en el bar se cruzaron nuestras miradas, no hacía falta más gesto, los dos sabíamos que hacíamos allí dentro, el malgastar su tiempo, su dinero y su familia, - su mujer lo había sacado por los pelos alguna vez - y yo esperar mi turno, como siempre, para gastar mi dinero cuando él acabase con el suyo. Descambió un billete raído de 5€, señal inequívoca de que se le acababan los billetes, y yo ya rozaba mi cartera a por el de 50. La máquina hizo un amago de darle los 80 eurazos, pero se quedó en nada, le dio un puñetazo al la panel luminoso y me miró de reojo sabiendo que yo era su relevo. Se fue sin pagar la última cerveza, apuntándola en su larga cuenta, el camarero estaba acostumbrado y a principios de mes siempre pagaba antes de dejarse el resto en la máquina de sonido saltarín. Ahora sí, ahora como siempre yo podré completar el ritual, tercer cigarro, segunda cerveza y primera moneda.

Jose? 2008_05_18

dimarts, 13 de maig del 2008

Me libro


Me ve en el banco del andén y me coge delicadamente creyéndome débil. Me hojea con rapidez y me mete en su mochila pensándome útil. Mochila de olor a cloro y tacto de humedad que amenaza con arrugar mi fino y amarillento gramaje cual papel de fumar, pero me trata con cariño y me acurruca en una gran bolsa de bordes blancos y laterales amarillos para que no sufra demasiado. Me siento contento y no pienso replicar con mis tapas duras en esta cárcel de plástico, porque hoy me han visto desvalido y me han acogido con calor. Me han abierto con ganas y han colmado mis ansias por ser leído de nuevo.
Y hoy, por hoy, me libro.

Jose? 2008_04_27

dilluns, 5 de maig del 2008

Semana santa



- ¡Tengo fe!
- Yo no.
- ¡Creo en Dios!
- Yo no.
- ¡¿Y sabes por qué?!
- Yo sí.
- ¡Porqué yo tengo fe!
- Yo no.
- ¡Porqué yo creo en Dios!
- Yo no.
- ¡Porqué yo he visto la luz!
- Yo también.

Jose? 2008_05_05

dimarts, 15 d’abril del 2008

Metro y medio. (TMB edició)


El despertador no hace por disimular, las ocho llevan demasiado rato dadas. La legaña amenazante de cada mañana me indica que llega el calvario. Desperezarse, almuerzo, ducha, calcetín que no entra, pantalón que se engancha, calzador que no calza, escaleras volando, peldaños para que os quiero, inercia con aire a déjà vú.
La calle como siempre, con sus panots mal ajustados por las prisas del paleta y las juntas abiertas por la pereza del peón. El paso de cebra borrado y el coche diesel humeante, entorpecen mi respiración.
Metros abajo encuentro la sonrisa de la distribuidora de Metro, la cara de amable del repartidor de ¡Que! el posado caricaturesco de la donadora de ADN.
Las escaleras mecánicas chirrían incansables y el ascensor no para de deambular arriba y abajo insistentemente. Un chaval saca su T-10 y un adolescente salta el torno.
Mi T-mes se valida veloz y una señora mayor me rebasa por la izquierda haciendo carreras con su bastón en ristre intentando alcanzar el metro que la llevará a la visita del traumatólogo, el mismo que la examinará hoy por enésima vez.
Hecho mano al cochecito con bebé lloroso y ayudo a su madre a bajar las escaleras camino del andén, el mismo andén que huele a orín gracias al último nocturno inadaptado de anoche.
“Proper tren 5 minuts” dicta el luminoso del andén, ese chivato despiadado. Otra vez llego tarde, otra vez no voy a sorprender a nadie en el curro e imagino en mi mente las miradas despiadadas de mis compañeros, por llamarlos de alguna manera, que me harán bajar la cabeza buscando consuelo en la punta de mis zapatos.
Veo la cara de la chica triste sin humor. El posado chulesco del que va camino de la cama tras una noche de litros de alcohol. La madre que lleva a su hijo en brazos camino de la guardería, ansiosa por irse a tomar café con sus amigas. El turista errante, mapa en mano, intentado descifrar el idioma que pensaba era castellano, sin caber en su sorpresa al descubrir otras realidades guiado por la ruta mal trazada.
Llega el convoy, se abre la puerta y la gente entra antes de salir. A codazos consigo un lugar en la barra, dejo la mochila y tengo un par de paradas relativamente tranquilas, el olor aún es puro, aún prevalece la ducha de la mañana. Las señoras gritonas, las de la tercera estación, no fallan un solo día, parece que esperan expresamente a verme para subir y comentar la actualidad televisiva del día. Hoy parece que les toca hablar de la operación fracaso de ayer. Y digo yo, ¿si todas han visto lo mismo?..., ¿por qué lo han de comentar? Y no me molesta que lo comenten, lo que turba mi paz es que lo hacen a grito pelao a estas horas indecentes de la mañana.
El vagón empieza a estar atomizado por la gente, el bullicio y los tonos altos ya son insoportables, la temperatura empieza a subir y el primer desmayo se atisba en el horizonte, nada que no tenga solución cuando el adolescente cede su asiento a la embarazada dama.
“Propera parada”: ¡placa Bespania! Un gran tropel de muchedumbre desembarca cual rebaño, parece mentira, pero a pesar del número ingente de personas evacuando a la vez, no se tocan, no se miran, tan siquiera se ven, cada una sigue su estela marcada sin entorpecer el que hacer de la otra.
La tregua es breve, con un carrito de la compra, pero sin cesto para los víveres, entra el hombre orquesta moderno, sintetizador a toda castaña base rítmica más que deficiente y una especie de acordeón desafinado, acompañado por una partenaire armada de pandereta navideña de bazar chino. Empiezan su desairado repertorio, sin más gracia que yo en la ducha y con las prisas de acabar antes de la siguiente parada. La pesadilla es breve pero intensa y el problema es que son sustituidos por el móvil de penúltima generación de un imberbe que entra en la misma parada en que ellos salen. Se mezclan las melodías polifónicas con el sonido de la pandereta que retumba ya en el vagón contiguo. Menos mal que el crío que tengo al lado, con su i-pod a todo trapo, salva la mañana con puro rock en sus auriculares, unas melodías que solo pudo heredar de sus padres.
En una esquina del vagón, una pareja que mantiene la pasión intacta de haberse conocido ayer, se magrea creyéndose invisibles al resto de pasajeros y la señora que sienta su madurez a mi espalda va comentando a su amiga que en sus tiempos eso no pasaba.
Mi parada no llega nunca, el reloj revela mi impuntualidad, y estoy por llamar al despacho aduciendo que hay una avería en el metro, pero sería la cuarta de esta semana y ya no cuela, además la excusa, la del tráfico de Barcelona, se me acabo al estrellar mi delicado coche contra el trasero un bello cuatro por cuatro.
Por fin mi destino, agarro con una mano mi mochila, pongo la otra en la manecilla, la giro, la puerta se abre, bajo y emprendo la excursión camino de la labor diaria. Subo las escaleras mecánicas a pie intentado sacar unos segundos a mi tardanza, pero una señora desaprensiva se para a la izquierda y no deja avanzar a nadie. Alcanzo la salida y…, la estocada de cada mañana, la del sol en los ojos, la que me hace buscar las gafas de sol rápidamente mientras sigo mi carrera.-Buenos días Porfirio- le digo al conserje del edificio con el balbuceo de las primeras palabras que pronuncio en todo el día mientras él me mira y mira su reloj.
Pongo el dedo índice en el lector digital y la puerta del despacho se abre.
La secre me saluda mientras me comenta los últimos avances de su hija.
-buenos días- le respondo mientras bajo la cabeza al pasar por delante del despacho del jefe que mantiene su puerta abierta. Ahora me espera el comentario futbolero, el del tiempo y el de la mala cara que hago cada mañana por parte de mis compañeros.
Alguien critica a un compañero de fatigas, ese mismo alguien que tan bien habla de él cuando esta presente y que hoy no se ha presentado por que debe estar de resaca tras una de sus noches eternas, dando por excusa la clásica gripe intestinal.
Por fin tomo asiento, a salvo ya de miradas furtivas y acusadoras, enciendo el ordenador, abro el Outlook, abro el Hotmail, busco chikilicuatre en el google y me pongo a hacer un solitario. Me río y pienso qué ¿Si fuera funcionario?, las prácticas las tendría convalidadas.
19 años lacerándome en la misma rutina, y aún así, la encuentro divina, ¿y mañana? una nueva sesión, sesión continua.


Jose? 2008_04_11


dilluns, 7 d’abril del 2008

Metro y medio.


El despertador no hacía por disimular, las ocho llevaban demasiado rato dadas. La legaña amenazante de cada mañana me indicaba que llegaba el calvario. Desperezarse, almuerzo, ducha, calcetín que no entra, pantalón que se engancha, calzador que no calza, escaleras volando, peldaños para que os quiero, inercia con aire a déjà vú.
La calle es la de siempre, con sus panots mal ajustados por las prisas del paleta y las juntas abiertas por la pereza del peón. El paso de cebra borrado y el coche diesel humeante entorpeciendo mi respiración. Unos metros más abajo, la sonrisa forzada de la distribuidora del ¡Qué! La cara de mala leche del repartidor del ADN y el posado insípido de la incrustadora de Metro metiéndome el panfleto en la cara justo en la boca del metro.
Las escaleras mecánicas de subida no funcionan y el ascensor de bajada esta fuera de servicio, ninguna novedad. El chaval preadolescente sacando una T-10 y el adolescente saltando el torno de entrada con coordinación estresada y rubor en las mejillas de colador primerizo.
Valido mi T-mes y una señora mayor me rebasa por la izquierda haciendo carreras con su bastón en ristre intentando alcanzar el metro que la llevará a la visita del traumatólogo, el mismo que la examinará hoy por enésima vez.
- Señora, está sanísima, usted solo tiene edad.
Al lado un cochecito con bebé lloroso esperando a alguien que ayude a su madre a bajar las escaleras camino del andén, el mismo andén que huele a orín gracias al último nocturno inadaptado de anoche.
-Mierda - “proper tren 5 minuts” leo en el luminoso del andén, ese chivato despiadado. Otra vez llego tarde, otra vez no voy a sorprender a nadie en el curro y veo en mi mente las miradas despiadadas de mis compañeros, por llamarlos de alguna manera, que me harán bajar la cabeza buscando consuelo en la punta de mis zapatos.
Veo la cara de la chica triste sin humor. El posado chulesco del que va camino de la cama tras una noche de litros de alcohol. La madre que lleva a su hijo en brazos camino de la guardería, ansiosa por aparcarlo e irse a tomar el café con sus amigas. El turista errante, mapa en mano, intentado descifrar el idioma que pensaba era castellano, sin caber en su sorpresa al descubrir otras realidades más allá de sus estereotipos adquiridos a través de su eterno desconocimiento guiado por la ruta marcada en su desguía turística. Ya lo decía aquel: por donde pasa el turismo, no vuelve a crecer la hierba, o como digo yo, como poco se la fuman.
Llega el convoy, se abre la puerta y la gente entra antes de dejar salir. A codazos me hago un lugar en la barra, pero a diferencia de anoche, ahora es la barra del vagón de metro, entre barras anda el juego. Tengo un par de paradas relativamente tranquilas y aún no huele a sobaco desduchado de buena mañana. Dejo la mochila de la piscina a mis pies vigilando no haya sorpresa en el suelo y me dispongo a entornar los ojos rojos de noche mal dormida o principios de alergia mal tratada. Pero mierda, las señoras gritonas de la tercera estación. No fallan un solo día, parece que esperan expresamente a verme dentro del metro para subir y comentar la actualidad televisiva del día. Hoy les toca hablar de la operación fracaso de ayer. Y digo yo, ¿si todas han visto lo mismo?..., ¿por qué lo han de comentar? Y no me molesta que lo comenten, lo que me putea es que lo hagan a grito pelao a estas horas indecentes de la mañana.
El vagón empieza a estar sodomizado por la gente, el bullicio y los tonos altos ya son insoportables, la temperatura empieza a subir y el primer desmayo se atisba en el horizonte. Falsa alarma, solo era una embarazada intentando conseguir asiento delante de un pelanas y unos neohippyes sentados en la zona reservada para tullidos, gente mayor y madres pre y pos parto.
“Propera parada”: ¡placa Bespania!, un gran tropel de muchedumbre desembarca cual rebaño, parece mentira, pero a pesar del número ingente de personillas evacuando a la vez, no se tocan, no se miran unas a otras. En eso se nota que aún es invierno, si fuera primavera tirando a incipiente verano, las personillas masculinas, ocuparían sus ojos desorbitados en nalgas y pechos recién salidos del invernadero, tras las personillas femeninas.
La tregua es breve, con un carrito de la compra, pero sin cesto para los víveres, entra el hombre orquesta moderno, sintetizador a toda castaña base rítmica más que deficiente y una especie de acordeón desafinado, acompañado por una partenaire armada de pandereta navideña de bazar chino. Empiezan su desairado repertorio húngaro-gitano-albanés, sin más gracia que yo en la ducha y con las prisas de acabar antes de la siguiente parada para que les de tiempo de pasar, no el platillo como antaño, si no el vasillo de plastiquillo, como supongo que deben mandar los cánones de la modernidad petrolífera. La pesadilla es breve pero intensa, y el problema es que son sustituidos por el móvil de penúltima generación de un imberbe impertinente que entra en la misma parada en que ellos evacuan. Se mezclan las melodías polifónicas con el sonido de la pandereta que retumba ya en el vagón contiguo. Me dan ganas de sacar mi súper móvil de sexta generación y hacer sonar música de verdad, pero mi timidez, provocada por la cultura judeo-cristiana represora y castrante que recibí y de la cual reniego siempre que tengo oportunidad, me lo impide. Menos mal que el crío que tengo al lado, con su i-pod a toda castaña, me salva las orejas con Metallica en sus auriculares. Da gusto ver que aún quedan padres que saben educar a sus hijos.
Mientras, en una esquina del vagón, una pareja que mantiene la pasión intacta de haberse conocido ayer, se magrea creyéndose invisibles al resto de pasajeros. Una abuelita comenta que en sus tiempos eso no pasaba y su compañera le replica que si ella tuviera 51 años menos también lo haría y que sí hubiera sabido lo que sabe ahora... se hubiera casado rita la cantaora.
-¡Déjalos que disfruten mujer!- le dice a su amiga, sin percatarse del sexagenario que está sentado a su lado y que mantiene una erección de caballo y que fregándose disimuladamente por encima del pantalón, observa sin tregua la estampa de la pareja.
Mi parada no llega nunca, el reloj revela mi falta de puntualidad, y estoy por llamar al despacho abduciendo que hay una avería en el metro, pero sería la cuarta de esta semana y ya no cuela, además la excusa del tráfico de Barcelona se me acabo al estrellar mi delicado coche contra el culo de un bello cuatro por cuatro.
¡Por fin!. Mi parada, Blorias. Agarro con una mano mi mochila, pongo la otra en la manecilla inergonómica de la puerta, y… ¡dios! Algún alma descarriada y altamente constipada ha dejado sus fluidos nasales en ella. Disimulo la vergüenza del hecho con aire de indiferencia dejando los restos para el siguiente desprevenido. Saco un pañuelo de papel, me limpio y sigo al rebaño. Subo las escaleras mecánicas, inertes por la habitual avería, a pie, acelero intentado sacar unos segundos a mi tardanza, pero una señora desaprensiva se para a la izquierda y no deja avanzar a nadie. Cuando al fin consigo alcanzar la salida…, la estocada de cada mañana, la del sol en los ojos, la que me hace buscar las gafas de sol rápidamente mientras sigo mi carrera.
Alcanzo por fin la entrada del despacho.
-Buenos días Porfirio- le digo al conserje con el balbuceo de las primeras palabras que pronuncio en todo el día mientras él me mira y mira su reloj.
- Buenos días- me contesta, 9 años llevo entrando por la misma puerta y el cabrón del Porfi aún no ha tenido tiempo de aprenderse mi nombre.
Pongo el dedo índice en el lector digital y la puerta del despacho se abre.
-Bueno días, valla partido el de ayer-. Me dice la secre.
Vete a la mierda, pienso para mi, sabe que el fútbol me la pela y siempre me viene con el mismo royo, aunque prefiero que me hable de fútbol que no de las excelencias y avances diarios que realiza su querida hija.
-que mi niña ya me come.
-que mi niña ya me habla.
-que mi niña ya me camina.
-que mi niña ya va a la guardería con su trajecito de señorita.
-que mi niña ya es la delegada de clase.
-que mi niña…
-que mi…- que pesada, estoy deseando que pasen uno diez añitos y su niña sea ya mayor de edad para explicarle con pelos y señales que su niña ya le folla.
La siguiente ronda no es mejor.
-hace buen día hoy-
-claro Balbierto- le contesto en un primer tono relajado para pasar inmediatamente al reproche. – ¡pero no te das cuenta que aquí dentro ni hace sol ni llueve ni nieva ni corre el aire y que me paso todo el puto y maldito día aquí encerrado y que me da igual el tiempo que haga!
Balbierto baja la vista y me da la razón como a los locos, que es el concepto que tienen de mí.
Inmediatamente le prohíbo a Brita que me critique a Brosé, el mismo al que tanto alaba cuando esta presente y que hoy no se ha presentado por que debe estar de resaca tras una de sus noches eternas, dando por excusa una clásica gripe intestinal.
-sí, es que hay una pasa- apuntilla rápidamente su amiguita Bonia.
Por fin me siento, enciendo la máquina, abro el Outlook, abro el Hotmail, busco chikilicuatre en el google y me pongo a hacer un solitario.
Lastima que no sea funcionario, las prácticas las tendría convalidadas.

Jose? 2008_04_01

dimecres, 2 d’abril del 2008

Vocación


Estaba a punto de dar un gran paso. Llevaba demasiado tiempo, algo más de un año, dándole vueltas a la situación, pensando en qué hacer con mi vida, con mi futuro. No veía salida, no había solución, o me tiraba al futuro o éste se me iba a tirar a mí.
Pero no, no podía, demasiado esfuerzo, demasiado sacrificio. Tenía vocación, pero, ¿toda una vida dedicada a la causa? ¿Tener fe en algo intangible para siempre? Yo, que siempre había ido de aquí para allá, sin dedicarme a nada ni a nadie más que a mí mismo.
Pero sí, sí podía, quizás era la hora de hacerlo, ¿por qué no? Me atraía la idea de ligarme para toda la vida, poner un poco de orden en mi vida, dejar de llevar la contraria al mundo.
El párroco me explico, una y mil veces, que estas cosas se saben, que se llevan dentro y que afloran cuando menos te lo esperas, que hay una señal que te guía hacia el camino correcto. ¿Pero qué si no lo tenía claro? No podía dar un paso tan importante. Me recomendó tomarme unos días de retiro espiritual en Montserrat. Parecía que iba a comisión y me hacia descuento. Me comento que en aquellas celdas, él encontró la fe, que encerrado entre mi mismo y sin maniobras de escapismo, conseguiría el empujón adecuado. Sin presiones, sin familia, sin amigos, alejado de los ángeles y demonios que martilleaban mi cabeza. Sí, no, no, sí, iba a estallar. Creo que estuve a punto de tener mi primera crisis de ansiedad.
Aún no sé porqué le hice caso al cura, ¿qué demonios hacia yo enclaustrado en una celda de 3 por 2? Sin mi tele, mi música, mi internet, mi vida.
Me desperté el primer día con un coro de voces blancas entre oreja y oreja y sin nada que hacer. Al segundo día, no lo aguanté. Pagué, me fui, volé y dejé dos notas: A mi familia le pedía perdón. A mi novia, que la estaba viendo en el altar, tan guapa, tan compuesta, tan sin novio y con bombo, que no me tuviera rencor.
No, no tengo vocación familiar.


Jose? 2008_02_27

dilluns, 17 de març del 2008

Nunca más.


Entro y lo veo claro, está oscuro tirando a negro, enciendo la luz, y otro pequeño desastre ante mí.
Arto estoy de este hedor, la mezcla de Whisky, cerveza y vino peleón se hace imposible. El tabaco tampoco ayuda y eso que mis puritos, que huelen a gloria, proporcionaban un poco de distinción al ambiente de anoche, aunque la paja quemada del tabaco rubio siempre gana. Mis zapatos se enganchan al suelo como las patas de salamandra a una techumbre recién enlucida, solo manchada por el último insecto incauto. En las paredes la pócima se repite invariablemente y la música aún retumba en ellas, “sombra aquí y sombra allá…” parecen gritar todavía, tengo que esconder ciertos vinilos indecorosos. Todo tiene gusto a resaca con un poso dulce de noche que no volverá en un día amargo y soleado, que daña mis pupilas.
Todo son restos de una velada más en un día menos. Lo único que me queda claro es que tiene que ser la penúltima. Llevo toda la tarde limpiando este desbarajuste, dejándolo todo listo, de nuevo para esta noche, cambiando las fragancias ebrias por olor a pino con limón del caribe. Reciclando las paredes de pinturas abstractas con tintes alcohólicos, en pureza blanca sin brochazos aleatorios. A los baños no me atrevo a entrar, puedo imaginar el holocausto y no me apetece, estoy imaginando el estucado que debe tener el alicatado y de no saber que es liso, blanco y frío pensaría que estoy en una piara de cerdos. Se me está poniendo la neurona libre en alerta, la que se activa en momentos de crisis. No, no puedo darle más vueltas, me enfundo los guantes de látex, uno, dos, tres… puerta abierta. Anoche se portaron, solo está el papel higiénico deshecho por el suelo, el elemento disolvente debió ser el de siempre, dos golpes de fregona y listo.
Observando mi obra de restauración me siento más tranquilo, el hedor va desapareciendo gracias al pino, al limón y a la corriente de aire que he creado con todo abierto al sol. Ya consigo deslizarme sin que mis pies parezcan patas de salamandra. Las paredes se calman con un poco de bayeta y de Cohen embalsamado, más un Bowie pretérito. Ahora solo queda gusto a agua de vichy en mi boca. Todo ha recuperado su estado original, la pregunta es: ¿durante cuanto tiempo?, ¿hasta cuando? Esta situación de noches sin horarios, ni oremus, ni control verborreico, han de tener fin. Debo abandonar este ritmo, debo cambiar de paradigma de vida, debo, debo llenar la nevera.
Voy a tomar una de las decisiones más importante de mi existencia. Está decidido, no va más, a partir de esta noche, ni una sola cena más en mi casa.



Jose? 2008_03_09

dilluns, 10 de març del 2008

Cállate.


- Dime.
- ¡Psiii! Cállate Pedro.
- Sois un coñazo.
- No os liéis. Ya falta poco para que acabe.
- ¡Joder! nunca se puede hablar en esta mierda de conciertos.
- ¿Otra birra? – pregunto Sergio en una pausa entre tema y tema.
- Bueno.
- Valla pregunta más tonta, ya la hubiera pedido yo, pero como no se puede hablar…
- No me alborotéis, que sigue tocando.
- Ostia Joan, de buen rollo, pero no sé como nos traes aquí después de cenar.
- Es verdad, como soy, ¡manda guevos! Que dijo aquel. Sergio, pídeme esa cerveza y no tardes que yo no sé hacer callar a este.

Sergio se levantó con sigilo para no molestar más al pobre cansautor que llevaba luchando por nuestro silencio desde que entramos al local a medio concierto.

- Tomad las cervezas, a ver si así tenéis la boca callada y dejamos que acabe de tocar.
- Merçi- agradecí al sufrido de Sergio.
- Podías haber tardado un poco más ¿no? ¿Te las han fabricao?
- ¡Psiii! Cállate Pedro.
- Dejadme en paz, me tenéis artito.

El concierto acabó y el ambiente estaba caldeado. Pedro tenía incontinencia verbal, Sergio intentaba controlarlo todo y yo mediaba como podía. En cambio, Alberto estaba allí sin decir esta boca es mía, más que para aseverar cuando se le ofrecía otra cerveza.

- ¿Qué pasa Alberto? No te he escuchado la voz en toda la noche.
- ¿Qué le va a pasar? - Me interrumpió Pedro para variar. – Este calzonazos se ha quedado sin novia, sin curro y a este paso se va a quedar sin amigos.
- Cállate Pedro, ¿quieres dejarlo tranquilo?
- ¿Tranquilo? Eso es lo que es, un pasmarote sin más.
- Esta cerveza no té está sentado bien – dije sin pensar, pensando que iba a bajar un poco los humos.
- ¿Qué no me va a sentar bien? Lo que no me sienta bien es pasarme aquí casi dos horas escuchando a capullos cantar y sin poder hablar.
- ¡Ostia Pedro! No se seas así, un poco de cintura, con el tiempo que hacia que no nos veíamos y parece que solo quieras liarla.
- ¿Liarla? No me des. Este tío siempre hace lo mismo, mucha cenita, mucho buen rollo y luego nos trae aquí a morirnos de asco.
- Es por pasar un buen rato, ya sabes que Joan lo hace de buena fe.
- Déjalo, si lo entiendo.
- Ni buena fe ni pollas en vinagre.
- Tíos estoy hecho una mierda y vosotros siempre discutiendo de nada.- la voz fúnebre de Alberto nos paro en seco- No sé vosotros, pero yo me voy.

Salimos cabizbajos en busca de taxi y mientras esperábamos tuve una genial idea.

- ¿En dos semanas repetimos? - Pregunté iluso de mí.
- Mierda pa ti.
- No.
- Que no coño, pero… ¿y si nos tomamos otra aquí en la esquina?

Era la despedida de siempre, entre abrazos de aliento adulterado mientras cada uno cogía un taxi, prometiéndonos quedar más a menudo.

- Paso de vosotros. Pillo ese taxi, ahí os quedáis.
- ¡Pedro! Déjaselo a Alberto.
- Gracias y adiós-. Dijo Alberto.
- ¡Joder! Como está el amigo, bueno Pedro por ahí llega otro, cógelo.
- Eso eso, ahí os quedáis. Mira que suerte tenéis, detrás llega otro, os lo sorteáis, hasta luego.
- No te preocupes Sergio, coge este, no me importa esperar solo.
- Como quieras Joan, nos vemos en tres o cuatro semanas…-

Han pasado tres o cuatro meses y sigo yendo solo a los conciertos.

dilluns, 3 de març del 2008

Cántame


- Llegaste pronto hoy.
- Sí, un mal día.
Eran las diez y treinta y seis. Me sirve la cerveza sin más, sabe perfectamente que la estupidez se me pasa al cuarto de hora y con dos cervezas bien servidas, bien frías.
- Toma tu cerveza. Tienes que dejar de trabajar.
- No me des la murga, no seas uno más. ¿Quien coño toca hoy?
- Por ahí ronda Juako, pero aún no empezó.
- ¡Uf! ¡Qué bien!- Al menos hoy tendré unas risas antes de morir en la cama, cuando hay cansautores te remueven las entrañas y te vas a morir peor de lo que viviste, pienso para mí.
- ¿Qué tal el viaje Juako?
- Ya sabes, libreta en mano y escribiendo temitas.
Empieza a tocar sin más, somos los cuatro gatos de siempre, dispuestos a reír, intentando olvidar la buena cara obligada de cada mañana antes de entrar al trabajo, esa cara de circunstancias para que nadie sospeche el porqué de tus ojos rojos.
- Es la alergia- les digo cada mañana, sin bacilar, para ser más creíble.
Pero hoy no puedo, hoy no me da la gana, hoy no tengo ganas de pasármelo bien, de estar con gente, de reírme, de reírme de nada.
Me acabo la tercera cerveza en media hora, pero pido otra para que no se diga.
- Adiós - ahí os quedáis vosotros y vuestras excentricidades, me digo.
El taxista me jode vivo dando alguna vuelta más de la debida y con ganas de conversación, ¡lo que faltaba!
Llego a casa antes de la una, cosa que me repatea porque sé que no podré dormirme sin haber rebasado las dos.
¡Joder! Ya son las 8 y empiezo el ritual. El sol en los ojos, la estocada de cada mañana y la alergia aflorando.
- Llegaste pronto hoy.
- Sí, una mala noche.
Eran las nueve y cuarenta y uno. Demasiado tarde para pasar desapercibido en el despacho. Y aunque saben perfectamente que hasta las once no soy persona, insisten en preguntarme banalidades del día a día., incluso del fútbol y el tiempo se atreven a hablarme, son ilusos al uso.
- ¿Qué tal anoche?
- Bien.
- Tú si que vives bien, sin obligaciones, sin cargas, cada noche por ahí de bar en bar, de bohemio por la vida escuchando cantautores.
- Cansautores - les digo mil veces, pero ni puto caso.
El día pasa largo, deseando tomarme una cerveza escuchando a algún cansautor desaprensivo. Pero no hay manera, las horas no pasan.
Pero todo llega, cañita, casita, duchita…
- Llegaste tarde hoy.
- Sí, un buen día.

dilluns, 25 de febrer del 2008

Viuda negra


- Maldito cabrón hijo de puta. Siempre me dejaste a medias.
¿Cómo conseguiste escaparte una y otra vez de todas tus responsabilidades?
Sí, ya se que nunca me engañaste, que tus cartas siempre estaban boca arriba y bla, bla, bla. Retórica nunca te falto, hijo de...
Ahora me dirás que no tenias necesidades, que nunca tuviste ambiciones, que solo te gustaban las mujeres, que solo te gustaba la cerveza y el vino, y que el tabaco era solo humo en que volar. Eso es, solo humo era lo que éramos, pero cabrón, aquí solo volabas tu. Y ahora mírate, ni humo eres. Incluso la ceniza de tus malditos ducados eran más bonitas que las tuyas. Ceniza es toda la mierda y todo lo que has dejado.
Ni te imaginas el daño que me hacías no siendo parte de ninguno de tus vicios. El de las mujeres, al fin y al cabo, era el de menos. Estoy segura que en realidad nunca estuviste con ninguna. Decías que te gustaban para hacerme rabiar y ponerme celosa.
-Mira esa rubita.
Mira ese culito.
Que cuellecito.
-A todas les encontrabas algo.
¿Y yo qué? Mon petit cabroin.
Ya se que te miraban, que les llamabas la atención con tu sola presencia, pero siempre te faltaron agallas para dirigirte a desconocidas. Eso sí, con dos copas de vino y con tus conocidos, eras el rey del mambo, el centro, la ocurrencia en persona. Pero conmigo, a solas, no pasabas de ser un puto desagradecido, sin más conversación que la teoría de cuerdas o el desprestigio a cualquier cosa que yo señalara. Yo comiéndome críticas y las demás saboreando alabanzas. Siempre fue mejor lo de fuera que lo que tenias en casa.
¿Y que decir de tu querida cerveza? Esa merece mención a parte. Siempre con ese aliento, hasta tus amigos te llamaban efecto estrella. No hay foto tuya sin cerveza en mano, que patético, una tras otra, esa si que era tu gran amante, tu gran pasión, te podías tropezar, caer, ir de bruces al suelo, pero la cerveza nunca se derramaba, no como mis lágrimas al observar tus estados etílicos, a todas les hacías gracia, pero yo moría de vergüenza, en cambio ahora el muerto eres tu, mírate, y no de vergüenza. Los de la funeraria te habían puesto unos coloretes muy monos en las mejillas, dignos de alguna de aquellas tundas con las que llegabas tarde a casa disimulándolas entre resfriados mal curados. Tan mono estabas, total, ahora la ceniza es gris como tu vida y como conseguiste que fuera la mía durante todo este tiempo.
Y yo esperando tan solo un gesto, un guiño, una caricia, una palabra, con eso tenía más que suficiente, pero tú eras más que deficiente.
¿Porque me doy cuenta tarde de todas las cosas que nunca dijiste?
Pero algo me reconforta, mi gran secreto de estos tres últimos meses, la única cosa que nunca te dije. Mi pequeña venganza mientras te consumías como el humo de tú último ducados. Mírame, yo con tus cenizas en mis manos y yo con tú ultima semilla en mi vientre. Hasta esto dejaste a medias, pero me regocija que ni muerto lo supieras.
Maldito hijo de puta cabrón.
Tu hija sabrá las cosas que nunca dijiste.